Exploramos las ventajas y dificultades de las parejas mixtas, uniones que conjugan amor y diferencia.
“Conocí a Pascual en la oficina, es senegalés…, lo cual no ha sido fácil para mi familia”, admite María, de 42 años. Pedro vive con Anissa, argelina y musulmana, y confiesa que “la educación de los niños supone muchos quebraderos de cabeza”.
Pero a pesar de las dificultades, el amor no conoce fronteras y cada vez son más las parejas “mixtas”. Las ocasiones para el encuentro han aumentado y tienen lugar en la universidad, el trabajo, en Internet, en los viajes, etc.”, explica Isabelle Lévy, conferenciante y autora del libro “Vivre en couple mixte. Quand les religions s'emmêlent” (Vivir en pareja mixta. Cuando las religiones se entrometen). En su obra, Lévy pone de manifiesto los límites contra los cuales es fácil chocarse y, al mismo tiempo, la riqueza que ello puede aportar.
LA RIQUEZA DE LAS PAREJAS MIXTAS
Este tipo de encuentro amoroso atípico se orquesta en torno a dos ejes principalmente. “La elección se puede hacer como reacción a la familia, considerada como demasiado tradicional, o como consecuencia de un fuerte deseo de apertura en una sociedad a menudo replegada sobre sí misma”, señala Lévy.
“La mezcla en el amor, verdadero shock cultural, abre el espíritu y el corazón tanto como lo haría un largo viaje”, agrega. Así sucede con la gastronomía, que en ocasiones puede ser muy diferente. “La cocina de Khadiya me transporta a los confines del universo”, cuenta Federico al evocar las tajinas de su compañera. Tampoco la relación con el cuerpo es la misma. “Con Wen, incursioné en el Tai Chi, otro mundo para mí”, relata Julia.
UNIONES EN LAS ANTÍPODAS
Pero no todo es fácil en el mundo de la diferencia; al contrario, los conflictos abundan. “Empezando por la contracepción o el número de hijos”, señala Lévy. “En los países europeos tener dos hijos es suficiente, pero para un marroquí, por ejemplo, el nacimiento de un varón es esencial, y no importa si para ello se han de tener tres o cuatro descendientes”.
Los hábitos alimentarios también forman parte de las disputas. Cuando un miembro de la pareja es vegetariano y el otro un carnívoro acérrimo, preparar la comida puede traer dolores de cabeza.
Las riñas conyugales y los tonos del lenguaje también varían según las culturas. “Ella es argelina y él, peruano; cuando ella se irrita comienza a gritar, pero él no entiende por qué. Se trata, simplemente, de algo cultural”, precisa la autora.
Comprensión, abertura de espíritu y concesiones son más que nunca indispensables en una pareja mixta.
LOS SUEGROS; UN POEMA
A menudo es el desconocimiento lo que desencadena el miedo y complejiza las relaciones. Es importante que los padres destierren los prejuicios y se den tiempo para comprender que lo principal es la felicidad de sus hijos y no el color de la piel o la religión de su pareja.El momento de conocer a los suegros suele ser crucial. El padre de ella insiste en que su yerno no es lo que esperaba; y la madre se inquieta porque su hija se casará con un extranjero. Sea cual sea su raza o religión, cuando alguien entra en una familia con una cultura diferente a la suya, las pruebas a las que deberá someterse serán más duras que si viniera de un entorno similar.
CUANDO APARECEN LOS HIJOS
“Para mí es importante ir a la sinagoga los domingos por la mañana para rezar. Y me gusta ir con mi hija”, admite Regis. Su mujer no se opone. Pero no siempre es tan sencillo. La llegada de un hijo suele alterar a la pareja, y si ésta es mixta estonces el desafío puede adquirir proporciones importantes ya que las maneras de educar a un hijo varían enormemente de una cultura a otra. Tras el nacimiento, por ejemplo, aparece la cuestión del bautizo o de la circuncisión. “Una pareja mixta debe anticiparse a este tipo de cuestiones y buscarles respuesta antes de concebir”, aconseja con insistencia Lévy; si no, hay muchas posibilidades de que una de las dos personas quede relegada. “Siento que mi deber de transmisión ha quedado truncado”, se queja Alicia, que ha dejado que su marido libanés tomara la iniciativa en varios ámbitos.
Por otra parte, se sea o no practicante, la cuestión religiosa tiene mucho peso y requiere de ser clarificada cuanto antes. Para Clara, 12 años e hija de una mujer católica y un hombre judío, la cuestión es compleja. Su abuela le ha dado un crucifijo pero su madre no quiere que lo lleve, y todas sus compañeras hacen la comunión menos ella. Un niño necesita situarse para saber quién es.
RIQUEZAS COMPARTIDAS
Es cierto que a medida que transcurre el tiempo muchas parejas se topan con aspectos de disensión; pero lo opuesto también es verdad, en el sentido de que las dos personas se enriquecen de las diferencias. “Ser distintos ya no es algo que produce presión sino que es una ocasión para la tolerancia y el descubrimiento de lo desconocido”, explica Lévy.
Se trata de reinventar, de construir conjuntamente. Decorar la casa, cocinar, educar a los hijos e incluso los ritos funerarios son una oportunidad de intercambio. Cada miembro de la pareja debe respetar las costumbres del otro.
Finalmente, Lévy admite haber encontrado durante su investigación “una mayoría de parejas que viven armónicamente”. ¿Podría ser la diferencia el nuevo cimiento sobre el que edificar una relación?