Deben de ser pocos los que no conocen el mal de
amor. Los que no lo conocen, o bien aún son demasiado pequeños para amar o son
adultos que no se han atrevido a amar. Hay quién dice que más vale vivir y
perder que nunca haber vivido. Como psicólogos, nos adherimos a esta idea,
aunque el mal de amor, cuando aqueja, destruye mucho a su camino y puede
transmutar al dolorido en un niño frágil y abandonado.
De hecho, en el amor de pareja siempre se goza y se
padece en cantidades parecidas, ya que el proceso de amar verdaderamente no es
una habilidad innata y, como asignatura, es de las más difíciles; no es una
“maría” precisamente. Nadie está libre de sufrir, ni los más inteligentes y
sabios. Pero para consuelo general, no es un mal que mata, te puede hacer más
fuerte si aprendes de él y te hace sentir vivo. Además, conocer las etapas del
proceso de curación contribuye al auto conocimiento y a tener la seguridad de
que el dolor siempre acaba por marcharse.
LAS ETAPAS DEL DUELO
El duelo es un proceso de ajuste emocional después de una pérdida, durante el
cual diversas emociones compiten entre sí. El proceso incluye etapas diferentes
que pueden explicarse separadamente pero que no se presentan de un modo
ordenado. Pueden solaparse y mezclarse entre sí, pero lo que sí hay que
saber es que para completar el proceso de curación hay que experimentarlas
todas. Puede haber días mejores o peores, y, a veces, lo que se creía superado
se vuelve a sentir. Por otra parte, algunas emociones prevalecen sobre otras:
por ejemplo, sentir rabia durante demasiado tiempo puede indicar que se está
luchando contra la tristeza y al revés, sentirse “encallado” en la tristeza y
la depresión podría indicar el no haber podido reconocer y superar la rabia.
Las etapas se podrían clasificar de esta forma:
· Impacto: Es la primera reacción: una sensación de paralización,
desorientación e incredulidad. La vida se estanca y la atención se concentra en
la pérdida sentimental. Se bloquean las emociones y es difícil concentrarse en
las tareas diarias. Cuesta conciliar el sueño y se pierde el apetito. La etapa
puede durar un día o un mes, pero no mucho más. Puede venir acompañada de
síntomas físicos de ansiedad como vértigo, crisis de pánico, hiperventilación o
cansancio extremo.
· Negación: Este mecanismo, que conlleva la incapacidad de aceptar que la
relación ha terminado, también sucede cuando se vive la muerte de un ser
querido. Hay personas que se estancan en esta etapa durante años, con la
esperanza de que vuelva la persona que se fue.
· Pena y depresión: Esta emoción puede afectar tanto al que abandona como
al abandonado. Suele describirse como un sentimiento de vacío, como si faltara
una parte de uno mismo. Es el sentimiento que impulsa a muchas personas a
correr hacia otra relación, lo cual no es algo muy saludable para la curación,
aunque sí comprensible. Es importante permitirse vivir la experiencia de la
tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y alcohol o
promiscuidad sexual. En estas circunstancias es aconsejable hablar con un
psicólogo o con amigos sobre lo que se está sintiendo. La pena proviene no solo
de la pérdida de la persona, sino del tiempo que se compartió y del fracaso del
proyecto de pareja. La pena puede conducir a la depresión y es entonces cuando
la persona se puede quedar estancada, a veces durante años. Si no se puede
seguir adelante y superar la etapa, habría que buscar ayuda profesional.
· Culpa: Esta emoción es sentida por aquél que termina la relación, pero
también por el abandonado. En este último caso posiblemente debido a la idea de
fracaso. Al pensar sobre qué fue lo que falló, el que se culpabiliza suele
razonar sobre lo que podría haber sido hecho de otra forma. Si algo tiene de
positiva la culpa, es que ayuda a hacer cambios en el futuro. La parte negativa
y no saludable es la que lleva a culparse a uno mismo de un modo poco ecuánime
e injusto. Las personas que lo hacen son aquellas que son incapaces de sentir
rabia hacia la ex pareja y dirigen la rabia hacia sí mismos. Creen que todo ha
sido culpa suya. Habría que recordar que el remordimiento genuino debe venir
seguido del perdón hacia sí mismo. Si no se consigue superar la culpa, no es
posible finalizar el duelo.
· Rabia: La presencia de la rabia es algo completamente normal durante el
duelo. Es una fuerte emoción que nace de sentirse herido, aunque no haya nadie
a quién culpar. El momento en que se experimenta la rabia depende de cada
persona en particular. Algunos la sienten muy al principio y otros son más
lentos hasta llegar a sentirla. Al ser una energía potente, la rabia puede
hacer sentir irritabilidad y nerviosismo, pero el lado positivo es que ayuda a
sobrellevar los malos momentos y motiva para reconstruir la vida. No habría que
sentirse culpable por sentir rabia en esta etapa, ya que esto indica que se
está superando la pena. También puede revelarse una rabia destructiva y no
terapéutica en forma de venganza o de la utilización de los hijos en contra de
la otra persona. Otras veces la rabia se materializa en una siguiente relación,
llevando a que la persona se desquite inconscientemente con la nueva pareja con
insultos, desconsideración o indiferencia. De esta forma está proyectando en
otro lo que siente que le han hecho. También hay personas que permanecen
rabiosas durante años, lo cual indica que siguen ligados emocionalmente a sus
ex parejas de un modo destructivo. Es importante saber discernir con la ayuda
de un terapeuta si la rabia es saludable o es destructiva.
·
Resignación: el adiós. Esta es la transición más difícil del proceso de
duelo. No solo hay que aceptar que la relación se ha terminado; también hay que
liberarse de ella por completo, recuperando la energía que se invirtió en la
relación. Aunque parezca que lo peor ya pasado, también es posible quedarse
atrapado en esta etapa: cuando el agotamiento nervioso deja a la persona sin
motivación para seguir adelante.
·
Reconstrucción. En este punto hay más días alegres que tristes y se
empieza a reconstruir activamente la vida. La persona vuelve a centrar la
atención en si mismo y a sus propias necesidades y se vuelve a desear conocer a
otra persona. Esta etapa es como aprender a caminar otra vez después de haberse
roto una pierna. La persona se siente mejor pero necesita construir su
fortaleza desarrollando el amor propio y la seguridad en si misma.
OBSTÁCULOS PARA SUPERAR LA RUPTURA
A lo largo del proceso de superación de la ruptura,
es frecuente caer en conductas auto destructivas como reacción a la pérdida
amorosa. Estas conductas pueden presentarse simultáneamente o sucesivamente
durante las diversas etapas del duelo. El psicólogo Stephen Gullo, investigador
del impacto emocional causado por la ruptura amorosa, distingue cinco errores
que obstaculizan y retardan el proceso de recuperación:
· La dependencia. La persona dependiente no desea terminar la relación ni
mental, ni emocionalmente ni físicamente. Su reacción afectiva es lenta y se
aferra a la idea de que aún queda algo vivo en la relación. Al negarse a darla
por terminada, no puede afrontar la recuperación. La dependencia se concreta de
tres maneras:
o Obsesionarse.
Pasarse varias horas pensando en la ex pareja, con incapacidad de concentrarse
en otros aspectos de la vida. Esta invade los sueños en forma de pesadillas. La
conducta también puede verse afectada en la vida diaria: llamar continuamente
por teléfono, mandar mensajes de texto, cartas, e-mails. Pensar continuamente
en qué estará haciendo la otra persona siguiendo su día a día, imaginar con
quién estará saliendo, fantasearla haciendo el amor con otro, oír repetidamente
canciones que traen recuerdos y evocar lugares o restaurantes adónde se ha ido
con ella. No habría que preocuparse excesivamente por la intensidad del
pensamiento obsesivo porque con el tiempo este suele extinguirse. Es
conveniente realizar actividades que capten la atención y evitar las
situaciones y escenarios que indefectiblemente harán recordar a la persona
añorada.
o La venganza. Si se
ha sufrido rechazo, el ansia de venganza se puede articular de diversas formas:
por ejemplo, iniciar una relación antes de estar preparado y exhibirse con ella
con la intención de que la pareja anterior se sienta celosa. Es obvio que la
nueva pareja es la que sale más perjudicada cuando se da cuenta de que ha sido
utilizada después de haberse implicado. Otra forma sería reproducir con la
nueva pareja el trato que se ha sufrido o también establecer una nueva relación
donde se ejerza mayor control para no resultar dañado otra vez. Para superar la
pauta de venganza por despecho, habría que reconocer que está causada por
una reacción de ira que nace del dolor del rechazo. Es importante ser
consciente de ella para poder superarla.
o Exageración. Con
este proceso mental, el rechazado piensa de un modo exagerado que su ex pareja
se lo está pasando fantásticamente bien, mientras él está destrozado. Cree que
su mundo se ha empequeñecido, mientras que el de la pareja se ha hecho
cada vez más grande y estimulante. Algunas personas muestran una tendencia a
disfrutar del propio pesar y utilizan la exageración para torturarse. Otro
aspecto de la exageración es la idealización, la cual consiste en focalizar
primordialmente en las cualidades maravillosas de la persona que se ha ido. En
este caso conviene escribir una lista exhaustiva de todos sus defectos para
llegar a ser más objetivo y ser capaz de seguir adelante.
· Las nuevas ataduras. Como fenómeno opuesto al de la dependencia, las
nuevas ataduras constituyen otro obstáculo para la curación: llenar la vida con
numerosas actividades para suprimir el sufrimiento. Cuando se está tratando de
establecer nuevas ataduras es difícil quedarse tranquilamente en casa, leer un
libro o ver la televisión. Es como si se produjera una incapacidad de serenase
y quedarse a solas. Se buscan relaciones efímeras que se consumen con rapidez,
y añaden más inestabilidad emocional. Pasando de una relación a otra, el dolor
y el miedo siguen en su sitio sin solución. Este es el escenario favorable para
vivir engañosamente un “enamoramiento” que en realidad es una defensa para
reducir el dolor. Este tipo de reacción es más frecuente en hombres que en
mujeres, ya que estas últimas tienen más facilidad que los hombres para
afrontar abiertamente sus sentimientos y el sufrimiento emocional. En el primer
caso, mientras se pasa de una persona a otra, cada conquista puede reconstruir
transitoriamente el ego dañado, pero con el tiempo la gratificación es
cada vez menor y al final habrá que hacer frente al sufrimiento de una vez por
todas. Mientras se desarrolla la capacidad para estar solo, es bueno asumir que
se tendrá que vivir y procesar el dolor, pero este también se acabará
debilitando y la persona podrá sentirse más fuerte, más segura y con mayor
capacidad para entender las razones de la ruptura. Es importante recordar que
el sufrimiento puede ser constructivo; el desafío consistiría en poder funcionar
de la mejor manera posible mientras la tristeza sigue su curso hasta que
termina. Lo más destructivo, en realidad, es huir del dolor.
· El fenómeno de “la mariposa en la llama”. Esta es una de las reacciones
más dolorosas que se dan durante la recuperación. Consiste en una conducta
zigzagueante que lleva a retroceder reiteradamente a la relación pasada
produciendo un sufrimiento cada vez mayor a causa del reiterado rechazo. La
situación evoca a una mariposa atraída por una llama. Cuánto más se acerca la mariposa
a la llama, más aumentan las heridas pero nunca llega a modificar su conducta.
Llamadas telefónicas constantes, envío de regalos, mensajes, notas, encuentros
“casuales” y declaraciones de amor en múltiples procedimientos. Estas acciones
en lugar de convencer a la ex pareja, le producen una molestia creciente hasta
que responde ignorando y mostrándose indiferente u hostil. La
consecuencia es la destrucción del amor propio del rechazado del mismo modo que
la llama acaba destruyendo a la mariposa. Se pierde entonces el sentido de la
realidad y el control emocional. En los casos graves de mariposa en la llama,
la persona es incapaz de reconocer que es imposible lograr que alguien sienta
lo que no siente hasta que alcanza el nivel emocional más bajo. Ni los regalos,
ni las llamadas ni las súplicas harán que una persona sienta lo que no puede
sentir.
· Los excesos. Una de las respuestas más frecuentes ante la pérdida y el
rechazo son las conductas compulsivas, o lo que Gullo denomina “huida mediante
el exceso”.La forma más grave de exceso es el abuso de drogas y de alcohol para
poder tolerar mejor el dolor de la pérdida amorosa. Estas sustancias proveen
alivio temporal a corto plazo. Al recurrir a este recurso con frecuencia, se va
perdiendo el control emocional. Es importante mantenerse alejado de sustancias
que pueden producir adicción ya que estos son los momentos de más alto riesgo.
Esta conducta autodestructiva demuestra que se está perdiendo el dominio de la
propia vida.
· Elegir por comparación. Una vez la persona se siente en condiciones de
volver a salir con alguien puede caer en la trampa de comparar los posibles
candidatos con la pareja anterior. La búsqueda por comparación lleva a elegir a
alguien muy parecido a la anterior pareja, o, por el contrario, a descartar a
todo aquél que muestre algún parecido con ella. El hecho de buscar a un doble
de la pareja perdida indica que aún no se ha aceptado completamente la pérdida
amorosa y que aún se puede estar experimentando algún pensamiento obsesivo. Si,
por el contrario se rechazan todos los que recuerden a la pareja anterior esto
puede ser indicio del temor a volver a sufrir. Para evitar este problema,
conviene mantener el contacto con las propias necesidades y a partir de ahí
buscar a alguien que las pueda satisfacer. Por eso es bueno centrarse en uno
mismo para saber lo que le hace falta para cubrirlas y no comparar a la nueva
pareja con la anterior.
La vida después de
la ruptura
El final de una relación
puede ser un nuevo comienzo. Sin la influencia de una pareja, la persona puede
concentrarse en sus propias necesidades para construir un modo de vida más
satisfactorio para sí misma que en el seno de una convivencia infeliz.
Se dice que detrás de un gran sufrimiento reside el mayor bien. Y si no lo
vemos a simple vista, a lo mejor tendremos que esperar, pero depende de
nosotros percibir lo bueno dentro de una crisis. La fuerza interior que nace
del sufrimiento se transforma en confianza y seguridad para poder seguir
arriesgándonos a vivir y a amar. Al poner el punto final a una relación íntima,
el individuo suele tener necesidad de reconstruir su autoestima e
independencia. A largo plazo, es preferible sustituir la ex pareja por uno
mismo. La decisión de romper la relación con alguien y la de vincularse a otro
deberían ser, idealmente, procesos independientes, tanto para quitar presión a
la nueva relación como para asegurar que el hecho de haber terminado ha sido
una decisión correcta. Una nueva relación solo será satisfactoria si se tiene
una buena relación con uno mismo.